15 de junio de 2007

Sobre Destellos

Destellos fue escrito por Andrea, Enrique y Goio entre agosto y diciembre del 2005, como parte de Cuentos Con Vueltas.
Al terminar el cuento, los autores se autopresentaron así:

Andrea
Soy Andrea, he cumplido 42 años y tengo tres hijos maravillosos. Trabajo como maestra en un jardín y como coordinadora de un grupo de cesación tabáquica. Escribir me gustó y acompañó siempre, me permite conectarme mejor con los demás, desde un lugar más profundo. Me ayuda a descomprimir un poco mi vida, a jugar y a vérmelas con ella. Disfruto de integrar esta vivencia literaria con ustedes.

Enrique
Enrique Monterroso es, creativamente hablando, un adolescente fugaz de 53 años. Amante de las tormentas y de las pasiones humanas lo más escandalosas posibles, investiga a golpes las verdades de los personajes de esta comedia cotidiana, es decir, aquello que callan, sus deseos y fantasías que habitan el silencio y la soledad de la existencia. Es Director de teatro y autor de varias obras, ensayos e ideas en espera. Incursiona actualmente en el guión cinematográfico. Aún no es famoso.

Goio
Tengo 54 años y vivo en Jujuy. Trabajo en proyectos empresarios y sociales. Soy astrólogo. Me gusta escribir. Lo he hecho en diferentes momentos de mi vida. Desde hace poco, me he convertido además en Administrador de Cuentos...


RESEÑAS

Al terminar el cuento, uno de los participantes propuso que cada uno reseñara de qué se trataba el cuento a su entender, para compartir las visiones. Esto es lo que resultó:

1- Destellos es la historia de un hijo desaparecido y su padre. Es la historia de una búsqueda intuitiva con sus inercias, depresiones, alucinaciones y vacíos. Es la historia de lo que pasó o pudo pasarnos, de parte de lo que fuimos y de lo que somos. Deja entrever atípicas conexiones a través de las cuales dos almas pueden presentirse, buscarse, reconocerse y encontrarse.

2- La llegada de una carta hace desnudar en los personajes de esta breve pieza literaria sus profundas soledades y dolores más intensos. El clima sombrío, los persistentes silencios y el vaivén temporal del pasado y del presente no hacen más que reflejar la insoportable agonía que sufren en su más insondable interior los protagonistas de esta historia. Almas muertas consumiendo sus últimos instantes de cordura sumidas por una cadena de hechos donde la ilusión o el olvido ya no tienen ni siquiera la más insignificante esperanza de sobrevivir. Sólo el casi imperceptible sonido del adorno de campanillas y sus erráticos destellos de luz marcan el ritmo de una historia repleta de silencios y penumbras. Precisamente es tal vez en esas laminillas de metal donde duerma subyacente el misterio de una trama, que como tantas otras, nunca llega a revelarse, postergando su final o haciéndolo propio en la sangre no inocente del lector.

3- Javier recibe una carta de un sobrino y entra en un raro estado de irrealidad. De hecho, parece vivir en esa irrealidad, que incluye una especie de presencia fantasmal de Martín, su sobrino. Mercedes, su mujer, parece más anclada a lo real, si bien se va revelando que vive perseguida por las imágenes de cosas vividas hace más de veinte años, que incluyen la desaparición de su marido y de su pequeño hijo Martín en 1976. Al final del cuento, un joven con acento español, que bien podría ser Martín, llama a la puerta. Para ese entonces, el relato ha ido diluyendo las fronteras entre lo real y lo irreal, como sumiéndonos en el mismo clima en que probablemente vive Javier ...y ya no sabemos si Mercedes también. El joven que llega tampoco puede sustraerse a esa confusión (lo cual queda simbolizado por la repetición casi literal, al final, de un texto -una vivencia– ya relatada en los inicios). El cuento deja sin contestar las preguntas que plantea. Igual que como han vivido hasta ahora los protagonistas. Cuando la mente delira, se vuelve imposible distinguir lo real de lo imaginario. Cuando toca vivir realidades que superan todo lo imaginable, también... ¿Cómo se hace para cortar esa cadena?

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